miércoles, 24 de junio de 2015

Evangelizando la Cultura Global

La necesidad de una nueva cooperación entre los creyentes de América del Norte y Latinoamérica

La globalización: un rasgo característico de la cultura contemporánea

Resultado de imagen de globalizacionEl concepto de globalización, que ha tenido su origen en el dinámico y complejo ámbito de las relaciones económicas del mundo contemporáneo, ha adquirido su carta de ciudadanía en el universo más amplio de las numerosas dimensiones de la vida de los pueblos. Así, se habla hoy de globalización de las comunicaciones, de la educación, de la informática, del comercio, de la industria, de las relaciones políticas y sociales, del trabajo, del turismo y, para decirlo en una sola expresión, se habla de "globalización de la cultura".

Dos parecen ser las ideas basilares implícitas en el concepto de globalización. La primera de estas nociones consiste en la toma de conciencia que cada elemento individual - personas, sociedades, instituciones, naciones, etc. - tiene de la necesidad de relacionarse adecuadamente con otras partes de la realidad global, para poder alcanzar la propia realización. La segunda idea supone un enriquecedor intercambio entre las partes que integran la realidad total en base a los dinámicos criterios de la comunicabilidad impuestos por la cultura de los mass media.

Ninguno de estos dos principios, de por sí, encierran alguna dimensión contraria a la naturaleza humana ni al plan divino de salvación. Más aún, teóricamente considerados, estos aspectos favorecen el desarrollo de la persona y se armonizan con la concepción de la Historia de la Salvación como un proceso en el cual los individuos alcanzan personalmente la plenitud a través de una solidaria comunicación de bienes, materiales y espirituales. Tal comunión de bienes encuentra su lugar privilegiado en la Iglesia de Jesucristo, pues ella, en cuanto realidad global, incluye no sólo el Pueblo de Dios peregrino en el tiempo sino también la Jerusalén celestial más allá del tiempo.

Sin embargo, la globalización, como todas las realidades humanas, por el hecho de estar contaminada por pecado de los hombres, puede encerrar consecuencias negativas, que se manifiestan en distintos niveles. Por ejemplo, la más evidente de ellas se presenta en el ámbito económico, donde la globalización se traduce frecuentemente en el dominio de los países más desarrollados sobre los que están en vías de desarrollo, así como también en las, muchas veces señaladas, relaciones de explotación en el trabajo. También en el campo socio-cultural muchos han vislumbrado los aspectos negativos de la globalización, apuntando al hecho que ésta lleva a la pérdida de los valores que caracterizan a las culturas locales. En efecto, el desarrollo de una cultura internacional es visto como un peligro en la medida en que ciertos rasgos, que son patrimonio común de la civilización contemporánea, van invadiendo paulatinamente las realidades locales ejerciendo sobre ellas un fuerte impacto difícil de controlar y encauzar. La globalización de la cultura, a través de una homogeneización que arranca al ser humano de sus raíces culturales, constituye una seria amenaza contra la identidad de los pueblos.

No obstante esta situación ambivalente, el Santo Padre en su magisterio, se ha manifestado particularmente sensible a este rasgo del tiempo presente y en diversas ocasiones ha concentrado su reflexión sobre la realidad desde una perspectiva global, considerándola ya sea en sus aspectos positivos como en sus connotaciones negativas. Así el Papa, refiriéndose al dinamismo que caracteriza a la sociedad contemporánea ha hablado de un "mundo en transformación y en via de globalización". También ha dirigido a los expertos en ciencias sociales una comprometedora invitación a esforzarse por armonizar las "exigencias de la economía y exigencias de la ética" en el marco de "la realidad de la globalización, considerada de una manera equilibrada tanto en sus potencialidades positivas como en sus aspectos preocupantes". La reflexión del Pontífice sobre la globalización se extiende incluso al tema de la misión de la Iglesia, cuando en la Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa afirma que los valores positivos de la cultura africana - elementos providenciales que preparan la aceptación del Evangelio - pueden enriquecer a las Iglesias y a toda la humanidad para "facilitar la recuperación global de que depende el auspiciado desarrollo de cada una de las naciones".

El tema de la globalización constituyó también un motivo de interés para los Padres sinodales de la Asamblea Especial para América, que han descubierto en esta situación histórica una excelente ocasión para acrecentar los lazos de solidaridad entre los diversos pueblos del único Continente en base a la común raíz cristiana. La misma experiencia de la comunión episcopal para enfrentar los problemas comunes fue una manifestación de la necesidad de desarrollar una acción pastoral global y solidaria para evangelizar a una sociedad globalizada.

La nueva evangelización en el contexto de la globalización

Resultado de imagen de globalizacion iglesiaLa misión evangelizadora de la Iglesia no puede ignorar la globalización - entendida ésta en su acepción más amplia - pues tal actitud significaría no sólo un injustificable desconocimiento de la realidad sino que, fundamentalmente, llevaría a un lamentable desperdicio de las ricas potencialidades de este rasgo que caracteriza el presente momento histórico. En relación a la nueva evangelización, término recientemente acuñado para referirse a esta tarea siempre perenne de la Iglesia, la globalización puede ser considerada, entre otros componentes, como una de las cualidades que justifican la denominación de "nueva" evangelización. El Papa Juan Pablo II, en efecto, desde los primeros años de su pontificado, ha dirigido una invitación concreta a los Obispos de América a empeñarse en una nueva evangelización de América, "nueva en su ardor, nueva en sus métodos, en su expresión".

Además, la globalización, como noción genérica, está intrínsecamente relacionada con la nota de la "catolicidad" de la Iglesia, la cual está llamada a anunciar el Evangelio en todo el mundo. De ahí que la vocación misionera de la Iglesia puede calificarse, para usar un término actual, de "globalizante", es decir, con alcance universal. La evangelización, por lo tanto, puede fácilmente injertarse en el contexto de la globalización. El problema es tener claramente presente cuáles son las respuestas que la Iglesia puede ofrecer, desde la fe, a una sociedad organizada según la realidad y los principios de la globalización, para que en ella todo esté al servicio de la persona humana y de su salvación integral.

Ahora bien, si las consecuencias de la globalización se manifiestan primariamente en el campo de la economía, la Iglesia con su acción evangelizadora puede iluminar y enriquecer esta realidad con la promoción de una cultura global de la solidaridad y con los principios éticos de su Doctrina Social. Los Padres sinodales de la Asamblea Especial para América han manifestado concordemente su preocupación por las consecuencias negativas de la globalización, evidentes en todas las partes del Continente, pero no han visto en esta situación sólo un problema de justicia social sino también un desafío para vivir más profundamente la caridad evangélica. El mandamiento del amor propuesto por el Evangelio, en efecto, nos lleva necesariamente a vivir en solidaridad fraterna con todos y por consiguiente a compartir con nuestros hermanos: "lo que somos, lo que creemos y lo que tenemos". Así parece claro que los problemas económico-sociales sólo pueden ser superados si los hombres están profundamente anclados en la caridad de Cristo, pues en la medida en que se vive en la comunión y en la solidaridad, en esa misma medida uno resulta justo a los ojos de Dios.

Por otra parte, si una de las consecuencias negativas de la globalización de la cultura es la pérdida de los valores culturales locales, la Iglesia con su acción evangelizadora puede contribuir eficazmente a la defensa de tales valores, pues la fe cristiana, en cuanto modo especial de relacionarse con Dios, con los hombres y con la creación, es un elemento esencial de las culturas que nacieron y se desarrollaron a la luz del Evangelio. La fe en Jesucristo, según el principio de la inculturación, está destinada, en efecto, a manifestarse en multiplicidad de expresiones culturales y al mismo tiempo constituye un común denominador, pues su objeto es Jesucristo Cristo, el único Salvador del género humano, Hijo de Dios y hermano de todos los hombres. 

De este modo, es claro que el temor ante la homogeneización de las culturas, con la posible pérdida de la identidad específicamente cristiana de América, puede ser exitosamente superado en la medida en que cada persona y cada sociedad estén profundamente enraizados en la propia fe en Cristo. Sólo así el diálogo propiciado por la globalización cultural será verdaderamente católico y al mismo tiempo será respetuoso en relación a otras religiones, sólo así ese diálogo será auténticamente local y generosamente abierto a lo universal. 

Eminetísimo Señor Cardenal Jan P. Schotte, C.I.C.M.
Denver (U.S.A.) - 26 de Marzo del 2015

martes, 23 de junio de 2015

Almorzando con el Papa

Emotivo y alegre almuerzo del Papa Francisco con jóvenes presos en Turín

 

TURÍN, 23 Jun. 15 / 02:14 am (ACI/EWTN Noticias).- Once jóvenes reclusos de la cárcel Ferrante Aporti de Turín (Italia) almorzaron junto al Papa Francisco en el Arzobispado de esa ciudad italiana el domingo 21 de junio.
Esta cárcel de Turín es la que inspiró a San Juan Bosco a desarrollar su sistema educativo con el objetivo promover a los jóvenes y mejorar sus vidas. El actual capellán del lugar es el P. Domenico Ricca. Este sacerdote salesiano explicó a ACI Prensa que fue el mismo Papa quien hizo la invitación para el almuerzo.
“Me encontré con el Papa hace dos años y enseguida le hablé de una posible visita por su parte a los jóvenes detenidos de Ferrante Aporti. Yo había visto que había visitado la cárcel para menores de Casal de Marmo en Roma, en su primer Jueves Santo como Papa, y esperaba que pudiera venir también hasta nosotros”, dijo el P. Ricca.
El sacerdote aseguró que para él era muy importante que los jóvenes a quienes asiste tuvieran la oportunidad de conocer al Pontífice, pero “hasta el último momento, he temido que no pudiera ser. El programa de la jornada era muy intenso y si el Papa nos hubiera visitado habría sido imposible para él cumplir con todos los compromisos”.
“Más tarde desde el Vaticano llegó la propuesta del almuerzo en el Arzobispado porque para el Papa era muy importante encontrar a los muchachos detenidos”, señaló.
El P. Ricca indicó que para Francisco “este tipo de cosas simbólicas y demostrarles su cercanía es primordial. Quizá un almuerzo sea considerado algo insignificante, pero la verdad es que tiene un valor simbólico muy fuerte, especialmente para los jóvenes que seguramente no esperaban una sorpresa igual”.
Según informó el vicedirector de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Ciro Benedettini, los jóvenes tienen entre 17 y 21 años de edad. Con ellos también almorzaron algunas familias humildes, una de las cuales era de origen rumano.
No es la primera vez que los jóvenes salen de la cárcel, señala el P. Ricca “pero es obvio que la salida para comer con el Papa es algo más especial”.
El Santo Padre llegó al Arzobispado y el encuentro tuvo poco más de una hora de duración. Fue recibido por la dirección y el personal de la cárcel junto el P. Ricca. “Los chicos estaban contentos, comieron bien, también estaban impresionados. Al final, cuando subimos a la azotea para tomar la foto no dejaban de darme las gracias”.
Al principio, los muchachos se mostraron tímidos pero poco a poco se relajaron y comenzaron a hacer preguntas al Pontífice. “Le han pedido que interceda por la amnistía o el indulto hacia ellos, y el Papa riendo me ha dicho: ‘Explícales ahora a ellos como funcionan estas cosas’”, explicó el P. Ricca.
El Pontífice recibió varios regalos y firmó varias fotos entre las cuales estaba una conocida imagen en la que aparece con el pulgar arriba. Las fotografías serán enviadas a los jóvenes reclusos que no estuvieron en el almuerzo.
De este modo, el P. Ricca pudo ver cumplido uno de sus sueños. “Soy capellán de la cárcel desde hace 35 años. He escrito un libro, ‘La cárcel como un atrio’, que da la idea de cómo he construido mi presencia en la cárcel, es decir, preocupándome de los tiempos, porque las cosas que se hacen ahora, hace 30 años eran impensables”, dijo.
El sacerdote esperó a que los tiempos fueran los propicios. Antes no había una capilla en la cárcel, pero ahora sí, dedicada al Buen Pastor, y el día de Pentecostés de 2014, fue bautizado uno de los reclusos.
Después, el 2 de febrero de 2015, el P. Ricca consiguió que se colocara una estatua de Don Bosco en el patio de la cárcel, de este modo, San Juan Bosco “regresó” a este presidio, que en sus tiempos era conocido como “La Generala”.
Fue allí, observando a estos jóvenes, donde el Santo se preguntó cómo sería la vida de estos reclusos si tuvieran un amigo fuera de la cárcel, alguien que les ayudara a dirigir su vida. Así nació el método de prevención de Don Bosco basado en la idea de formar antes a los jóvenes, en lugar de intentar recuperarlos después.